Magdiel González Pino / magdiel.gonzalez@pri.jovenclub.cuHasta hace poco, una de las principales mejoras que se podía acometer en las PC era la de ampliar la memoria RAM. Al añadir más cantidad, el aumento en el rendimiento era palpable de inmediato y constituía una de las formas más baratas y prácticas de alargar su vida.

Ahora sigue siendo una práctica recomendable, pero existe una alternativa que ofrece mejores resultados: sustituir un viejo disco magnético (HDD) por una unidad de estado sólido (SSD). El sistema operativo se ejecutará con impecable fluidez, las aplicaciones se abrirán prácticamente en cuanto hagamos clic sobre ellas, los archivos se moverán de un lado a otro instantáneamente.

La tecnología que aporta este plus responde al nombre de NAND Flash, presente tanto en las omnipresentes llaves USB como en las unidades de estado sólido, y a diferencia de los discos HDD, consiste en una sola pieza.

Así, al no basarse en el giro magnético de los cabezales, que graban y leen datos de manera circular a través de una aguja, tanto el tiempo de acceso como la latencia se reducen sustancialmente y desaparecen posibles cuellos de botella (la media de búsqueda de información en un SSD es de apenas 0,2 milisegundos, frente a los 10 de los mecánicos). Y todo ello repercute lógicamente en una mayor rapidez de todo el sistema operativo.

Otro gran beneficio es el consumo que precisan para funcionar, ya que los módulos de memoria Flash en los que se almacena la información requieren de muy poca energía (por ejemplo, 1,5 vatios frente a los 20 de los HDD), y de esta forma la batería de un portátil es capaz de durar más, al tiempo que genera menos calor.

De igual forma, existe menos riesgo de que se estropeen, pues resisten mejor golpes o caídas al no desprenderse varias piezas; y su grosor y peso también son menores, algo interesante para facilitar diseños más delgados. Es más, incluso en funcionamiento generan menos ruido.

No obstante, en su fabricación no todo son ventajas: en caso de fallo físico (como un error en alguna celda), no podremos recuperar la información allí almacenada como sí sucede con los discos HDD, y también son más vulnerables a los campos magnéticos y a la electricidad estática.

A la vista de todas sus mejoras respecto a un HDD, ¿por qué todavía no los han reemplazado? La respuesta es fácil: por el precio. Aunque se han vuelto más asequibles, siguen lejos de la relación precio/gigabyte de la que pueden presumir los discos duros tradicionales.

Actualmente, los SSD más populares son los de 120 y 240 Gbytes, frente a los 500 Gbytes o 1 Tbyte de los discos magnéticos. La horquilla de precios de los de 120 se mueve en torno al euro por gigabyte, con lo que con algo más de 100 euros se puede hacer con uno (cantidad similar a lo que costaría un modelo tradicional de 1 Tbyte).

Así que lomas económico sea combinar ambos, destinando un SSD de tamaño comedido al sistema operativo y un HDD al almacenamiento de archivos. Además, algunos fabricantes ya están empezando a comercializar unidades híbridas, en forma de discos físicos con una pequeña memoria Flash incorporada, mientras que Apple apuesta en sus iMacs por la tecnología Fusión Drive, que permite mezclar un disco SSD y uno HDD y utilizarlos como si se tratase de uno solo, encargándose el sistema operativo de decidir qué irá a parar a cada uno de ellos.

Reemplazar el viejo disco por un SSD es muy sencillo. Por lo general, se comercializan en formato de 2,5”, aunque muchos fabricantes incorporan en el paquete unos prácticos kits de actualización con todo lo necesario para montarlos en una sobremesa. Igualmente, existen utilidades de software que permiten clonar por completo el contenido de nuestro disco para volcarlo sin dificultad en la nueva unidad.

Para aprovechar al máximo la velocidad ofrecida, se debe fijar en la interfaz de conexión del disco (SATA 3.0/6 Gbps/600 es actualmente la mejor) y, por supuesto, que el PC aproveche tal caudal de datos, ya que si es SATA 2.0, la unidad funcionará a esta velocidad como tope.

En cuanto a portátiles, y sobre todo con los Ultrabooks más delgados, es habitual que el almacenamiento venga soldado directamente en la placa en forma de módulos de memoria Flash, con lo que no se podrá ampliar su capacidad instalando un nuevo disco. En cambio, en los portátiles que cuentan con disco duro normal, el cambio es tan sencillo como sacar el viejo e introducir el nuevo en el conector SATA.

El rendimiento de los SSD puede variar mucho en función de la gama de cada fabricante. Los de entrada ofrecen precios más asequibles con velocidades que rondan los 200 Mbytes/s e interfaces SATA 300, mientras que los de gama media y alta (para entusiastas) cuentan con interfaz SATA 600 y tasas de transferencia de unos 550 Mbytes/s. Por otra parte, para alcanzar velocidades por encima de los 900 Mbytes/s, hay que recurrir a configuraciones RAID que explotan al máximo su capacidad.

Otro valor importante es el MTBF (Mean Time Between Failure), que indica el tiempo que transcurre entre fallos de ejecución o funcionamiento. Se mide en horas, y el valor mínimamente aceptable parte de un millón. Al margen de la velocidad de lectura y escritura, es interesante distinguir entre rendimiento secuencial (o lectura media) y acceso aleatorio (o lectura aleatoria). Los fabricantes destacan el primero por ser más alto, pero en realidad solo es útil a la hora de mover archivos de gran tamaño, como películas.

En cambio, con el resto de actividades rutinarias de un PC (documentos ofimáticos, fotos, canciones…) la lectura aleatoria resulta más importante. Se suele mostrar bien en IOPS (operaciones de entrada y salida por segundo) o en Mbytes por segundo, y cuanto más altos sean, mejor será el rendimiento obtenido.

Uno de los parámetros más importantes que determinan el rendimiento final de un disco SSD es el controlador que incorpore. Es el encargado de indicar a la memoria NAND el lugar donde cada celda leerá o escribirá los datos.

Así, corrige errores y evita que se produzca un desgaste prematuro, con lo que los mejores son capaces de distribuir los datos de forma más rápida y eficaz y prolongar la vida útil del disco SSD. SandForce es uno de los más habituales y reputados, aunque otros como los de Marvell le están pisando ya los talones, así como los propios desarrollados por Intel y Samsung. Ésta es una lista de los mejores discos SSD que esta en el mercado:

– Intel SSD DC S3700, perfecto para centros de datos profesionales
– Kingston SSDNow V+200, las ventajas de los SSD a precio contenido
– PNY XLR8 Pro, relación calidad/precio insuperable
– Samsung SSD 840 Pro, máximo rendimiento y consumo ínfimo
– SanDisk Extreme SSD, construcción férrea y rápido en lectura
– Transcend SSD720: disco SSD de prestaciones muy equilibradas
– Verbatim SSD 2,5» SATA 3: disco SSD de alta resistencia

Multiplicar por cinco las tasas de transferencia de los viejos discos magnéticos es algo que se nota en cuanto encendemos el ordenador. La mejora es tan notable que equivale prácticamente a darle una segunda vida a ordenadores viejos a la vez que reducimos el consumo energético y aumentamos la fiabilidad frente a golpes.

Lo que se gana en rendimiento y velocidad se pierde en capacidad. Aún quedan años para que se vean las unidades SSD con 1 Tbyte a precios mínimamente asequibles, con lo que los nuevos discos están obligados a convivir con los magnéticos durante algún tiempo. Mientras tanto, los híbridos son una buena alternativa.

Referencias

1- http://computadoras.about.com/od/preguntas-frecuentes/a/Que-Es-Un-Disco-Duro-Ssd.htm
2- http://es.wikipedia.org/wiki/Unidad_de_estado_s%C3%B3lido
3- http://www.informaticamoderna.com/Unidades_SSD.htm

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