Autor: MSc. Yolagny Díaz Bermúdez / yolagny.diaz@mtz.jovenclub.cu
Dentro de la tecnología, las redes sociales y los medios de comunicación han sido objeto de un desarrollo vertiginoso. Estos han acortado las distancias acercando a personas lejanas físicamente, de la misma forma que han logrado alejar a los que viven bajo el mismo techo. La sociedad se ve afectada por los avances tecnológicos, la comunicación presencial se minimiza. El poder sobre los medios de comunicación nunca antes ha sido tan peligroso, cada vez mayor cantidad de personas son menos comunicativas, más dependientes y más incultas; conocedoras, estrictamente, de la información que reciben de la redes sociales y demás medios sin cuestionarla.
En esta ocasión regresamos en Vistazos tecnológicos a la obra de Eduardo Galeano y hoy le proponemos leer fragmentos de su ensayo «Hacia una sociedad de la incomunicación».
por Eduardo Galeano (1940-2015)
El mundo nunca ha sido tan desigual económicamente ni tan igualador en cambio en relación con las ideas y la moral. Hay una uniformidad obligatoria, hostil a la diversidad cultural del planeta. La nivelación cultural ni siquiera puede medirse. Los medios de comunicación de la era electrónica al servicio de la incomunicación humana están imponiendo la adoración unánime de los valores de la sociedad neoliberal. Jamás la tecnología de las comunicaciones estuvo perfeccionada; y sin embargo nuestro mundo se parece cada día más a un reino de mudos. La propiedad de los medios masivos se concentra más y más en pocas manos; los medios dominantes están controlados por un puñado de poderosos que tienen el poder para dirigirse al mayor número de ciudadanos a través del planeta. Nunca antes tantos hombres fueron mantenidos en la incomunicación por un grupo tan pequeño.
El número de aquellos que tienen derecho a escuchar y a mirar no cesa de aumentar, mientras que se reduce vertiginosamente la cantidad de los que poseen el privilegio de informar, de expresarse, de crear. La dictadura única, impone en todas partes un mismo modo de vida, y confiere el título de ciudadano ejemplar al consumidor dócil, a escala planetaria, con arreglo a un modelo propuesto para la televisión comercial norteamericana.
El ejemplo de la mayor televisión pública europea está muy lejos de haberse internacionalizado; en revancha, las cuatro esquinas del globo y la propia Europa, han resultado conquistadas por ese venenoso cóctel de sangre, de Valium y de publicidad que caracteriza a la televisión privada de los Estados Unidos.
En ese mismo mundo sin alma que nos presentan los medios como el único posible, los mercados han sustituido a los pueblos; los consumidores a los ciudadanos, las empresas a las naciones y a las ciudades. Las competencias comerciales a las relaciones humanas. Nunca antes la economía mundial fue tan poco democrática, y jamás el mundo más escandalosamente injusto. Las desigualdades, según las cifras de las Naciones Unidas y el Banco Mundial, se han duplicado.
Ese mundo de finales de siglo, paradisíaco para algunos e infernal para la mayoría está marcado con hierro rojo por una paradoja. En primer lugar, la economía mundial necesita un mercado en perpetua expansión para que las tasas de beneficio no se desplomen. Al propio tiempo precisa, por idénticas razones, de brazos que trabajen a precios de miseria en los países del Sur y del Este.
Segunda paradoja, corolario de la primera: el Norte dicta, de manera cada vez más autoritaria, órdenes a esos países del Sur y del Este para que importen y consuman más, pero lo que en ellos se multiplica son las mafias, la corrupción y la inseguridad. Las neo sociedades de consumo emiten mensajes de muerte. La varita mágica de los créditos, la deuda externa que se hincha hasta la explosión permite procurar nuevos productos inútiles a la mayoría de los consumidores. La televisión se encarga de transformar en necesidades reales las demandas artificiales que el Norte inventa sin cesar y que expande exitosamente en todo el mundo. Incluso, en las heladas aguas del mercado, los náufragos son más numerosos que los que disfrutan de la travesía.
Para los millones de jóvenes del Sur condenados al desempleo o a salarios de miseria, la publicidad no estimula la demanda sino la violencia. Los medios lo repiten sin cesar: “Quien no tiene nada no es nadie. Quien no tiene un auto o zapatos de marca no existe, es un deshecho”. Así se les impone el culto al consumo a millones de alumnos en la escuela del crimen.
La televisión propone un servicio completo. El crimen es el espectáculo más preciado de la pequeña pantalla. “Golpea antes de que seas golpeado”, aconsejan los juguetes electrónicos. “Estás solo, no cuentes más que contigo mismo”… “Tú también puedes matar”…
Los medios dominantes presentan la actualidad como un espectáculo…
Referencia bibliográfica
Aula Hispánica. Escuela de Español, Textos literarios. “Hacia una sociedad de la Incomunicación”, Recuperado en mayo de 2017, de http://www.aulahispanica.com/node/273