Autor: Lic. Marien Cabrera Sánchez / marien.cabrera@mtz.jovenclub.cu
Daniel 678 cerró sin esperanzas su último fracaso. Por primera vez en mucho tiempo había decidido retomar la pantalla en blanco. Aunque se había tornado eufórico para escribir tres líneas, decidió que eso era agua pasada. Se dejó caer sobre la mesa que conformaba el único mueble cambiable de la cápsula a la que llamaba hogar.
Desde hacía milenios la raza humana había creado inteligencias artificiales (IA) capaces de crear novelas rosas con finales esperados; destinados a quien estaba dirigido el texto que tenía delante. Se desperezó y volteó su cabeza hacia el reloj que tenía en frente con el tiempo que le quedaba de vida. El condenado aparato le marcaba unos 15 años, 0 semanas, 1 día, tres horas, 5 minutos y 4 segundos. Era insoportable observar que te asignaran una vez que te crearan por los laboratorios. Además, completamente estúpido pensar que los clones Daniel podían vivir no más de 50 años en escala de ser humano.
Volvió a intentar escribirle al próximo Daniel que ocupara su cápsula:
Querido Daniel n#:
Hoy quiero narrarte algo diferente…me ocurrió a mí, un Daniel como tú y quisiera que fueras más prudente que yo. Cuando recibas esta carta, que estará guardada en la memoria residual de la cápsula que no se borra, te habrán dicho que este escenario, que reemplaza una vida por otra, está maldito y no lo deja de estar.
Hace dos décadas que trabajo para las fuerzas del orden a las que tú servirás y se nos ha programado para no tener fallos. Descuida, los descubrirás por lo que voy a hacer y aseguraré en esta misiva, tal como se encargó el Daniel antes de mí, en una advertencia parecida a esta.
El día que te traigan a este mundo descubrirás dos «verdades»: no serás capaz de procrear descendencia y no te enamorarás; ambas completamente erróneas. Por esas mismas verdades impuestas en nuestro cerebro decidí hacer lo que voy a hacer; con ello perpetuaré la mala racha del cuarto donde cada Daniel hace algo fuera de la ley y el orden.
Daniel del futuro he matado a mi familia y, pese a que no me podré redimir por lo que hice, la voz de un hijo famélico pidiendo no haber nacido y una mujer que te maldice por engendrar junto a ti, completan mis horas felices.
Saludos de Daniel 678.
La cabina se tiñó de oscuro mientras uno de los clones Daniel, de la séptima promoción de IA, ultimaba un acto de rebeldía que violaba uno de los muchos cánones existentes: NO TE SUICIDARÁS A MENOS QUE LA LEY Y EL ORDEN LO DETERMINE.